El día más largo del mundo

Estamos en los 80, en Argentina y en Buenos Aires; acaba de terminar la guerra de Malvinas, pero su fantasma sigue sobrevolando las mentes y los cuerpos de los argentinos. En una comunidad judía ortodoxa en el barrio de Once cuatro jóvenes esperan para testificar en un juicio llevado a cabo por un tribunal rabínico que ninguno de ellos termina de entender.


Alguien ha cometido una falta grave: convertirse en rabino por razones espurias, sin fe, solo para aprovechar una excepción negociada con los militares en virtud de la cual los rabinos y aspirantes a rabinos ortodoxos pueden evitar el servicio militar y así la posibilidad de ir a la guerra. Nadie sabe quién es el desertor ni cuál será su castigo. Se arma entonces un juego de espejos e intrigas que al mismo tiempo es una pregunta sobre la identidad: ¿qué significa que un judío se haga pasar por judío?

Igual que El díbuk, la obra de S. Ansky, El día más largo del mundo es una discusión talmúdica que encierra muchos misterios, además del del acusado y su futuro: cinco judíos discuten con ardor sobre qué significa pertenecer, estar adentro o estar afuera, continuar una tradición o interrumpirla, tener una patria o ir a la guerra.

SOBRE EL DIBUK, DOS COVERS

EL DÍA MAS LARGO DEL MUNDO es la segunda parte de EL DIBUK, DOS COVERS, un díptico que se inició con LAS MOIRAS. Las dos obras toman distintos componentes de la obra Ansky para resignificarlos y ubicarlos en el judaísmo ortodoxo argentino del siglo XX. En ambas obras, la referencia al teatro también es explícita, como parte integral de la educación jasídica de principios del siglo XX. En algún sentido, EL DIBUK, DOS COVERS es una pregunta: ¿puede el judaísmo recuperar la potencia vanguardista y subversiva de otras épocas? ¿Puede ser una tradición que nos sirva para hablar de las grandes preguntas de la vida, e incluso de los grandes temas de la actualidad como el género, el poder y la moral? Nuestros covers quieren responder que sí.

PALABRAS DE LA AUTORA

Cuando empecé a imaginar el díptico sobre El díbuk, la obra más importante del teatro judío, pensé que cada una de las obras rendiría homenaje a una cara de la obra original. En el texto de S. Ansky un espíritu se apodera del cuerpo de una muchacha: cuando le piden educadamente que se vaya, el espíritu argumenta que ese cuerpo le pertenece no solo por amor, sino por legítimo derecho, porque se lo habían prometido. El rabino del pequeño pueblo donde todo esto sucede le ofrece a esta alma errante, entonces, un juicio justo. Las moiras, primera obra del díptico, homenajea la posesión: el componente sobrenatural de esta historia y el modo en que el concepto de la posesión se vincula con el misterio del deseo sexual femenino. El día más largo del mundo, segunda parte de este díptico, rinde homenaje, en cambio, al juicio y su absurdo, a la idea ridícula de juzgar lo injuzgable, que es (también) el deseo. Esta segunda obra, también, tiene un perfil más introspectivo. Se mete con la pregunta por la identidad, por el significado de ser judío y argentino, e incluso con dilemas cuya relevancia contemporánea yo no podría haber imaginado cuando empecé a escribir esta obra, como el interrogante sobre de qué se trata ir a la guerra: qué significa que alguien esté librando una guerra supuestamente en tu nombre, en nombre de una tradición que en algún sentido intentás reconocer como propia; y cómo se recupera esa tradición de tanto manoseo, de tanto chantaje, de tanta violencia.

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