Largo viaje de un día hacia la noche

Con elementos de la vida del propio autor, Largo viaje de un día hacia la noche gira en torno a los conflictos de una familia norteamericana quebrada por las frustraciones y los vicios. Mary, una mujer presa de una adicción imposible de desarraigar, está casada con James Tyrone, un actor que ha pasado su vida haciendo giras sin poder formar un verdadero hogar y llevando frecuentemente a su esposa, que de joven soñaba con ser monja o concertista de piano, como acompañante. Tienen dos hijos, Edmund y Jamie, quienes consideran que la tacañería de su padre es la causa de muchos de los males de la familia. Edmund muestra talento para la poesía pero está gravemente enfermo, mientras que Jamie, obligado por su padre a dedicarse al teatro, no logra encaminarse y gasta todo el dinero que cae en sus manos en bebida.

La obra transcurre en la casa de verano de los Tyrone, desde la mañana hasta la noche del mismo día y muestra las expectativas que tiene la familia de que Mary se recupere, expectativas que se van frustrando a medida que pasan las horas. Y mientras tanto, van saliendo a la luz tragedias del pasado, resentimientos, decepciones y demostraciones de afecto, a pesar de todo.

Un enorme ventanal acompañará el paso del tiempo a través de las distintas luces del día y una neblina que llega, se disipa y vuelve a aparecer como ocultando y volviendo mostrar los tormentos del vínculo familiar. Una gran escalera central da al piso de las habitaciones y es el riesgo y la amenaza de subirla que posibilitará a la madre volver a drogarse. Desde el faro llega el ulular de una sirena que, casi como un gemido, refuerza los pesares de la historia.

“En este viaje póstumo, suerte de testamento literario de un escritor genial que no conoció limitaciones técnicas ni de estilo o enfoque cuando quiso decir algo, de un dramaturgo personal y polifacético en grado desconcertante dentro de su unidad, culminan, quintaesenciadas, todas las características del teatro de O’Neill: una preocupación torturante por detallar el escorzo psicológico de los personajes que se refleja hasta en las acotaciones; una intensidad trágica que apenas relaja y atenúa de tarde en tarde la sombra de una sonrisa; una vehemencia y una certera precisión en los apóstrofes y las increpaciones que recuerda las cumbres del ‘sublime’ clásico alcanzado por Shakespeare, Esquilo y a veces Corneille; un soberano desdén por las limitaciones del tiempo y otras leyes del escenario y aun por la tensión nerviosa del espectador; una riqueza verbal que por momentos deslumbra con su inusitada poesía, su poderoso panteísmo, su derroche de imágenes; y, en fin, su sentido del suspenso y la tremenda fuerza del conflicto dramático”.

León Mirlas en O’ Neill y el teatro contemporáneo

Eugene O’ Neill entregó una copia del manuscrito de Largo viaje de un día hacia la noche en 1945, a la editorial Random House, con la condición de que no se publicara hasta 25 años después de su muerte; y, por entonces, había decidido que nunca se representara.

Tras morir el dramaturgo, Carlotta Monterey, su esposa y a quien había dedicado la obra, tomó la decisión de dar a conocerla. Su estreno mundial -que exigió cuatro horas y media de representación- tuvo lugar en 1956, no en los Estados Unidos, sino en el Teatro Real de Estocolmo.

Sólo por mencionar una de las representaciones extranjeras de esta pieza, puede recordarse la de 2003, en el teatro Plymouth de Broadway, en Nueva York, con un elenco integrado por Brian Dennehy, Vanessa Redgrave, Philip Seymour Hoffman, Robert Sean Leonard y Fiana Toibin.

A O’ Neill se le entregó un Premio Pulitzer póstumo por esta obra.

Esta obra se estrenó también en el Teatro Regio en 2010 (y se repuso en la Sala Casacuberta en 2011) bajo la dirección de Villanueva Cosse, con un elenco integrado por Claudia Lapacó, Daniel Fanego, Sergio Surraco, Agustín Rittano y Gimena Riestra.

2 Histórico de funciones