En el marco del Festival de danza organizado por el Centro Cultural Ricardo Rojas en julio pasado, pudimos acercarnos a dos coreógrafos invitados a participar desde Rosario y desde Córdoba.
El joven Santiago Bernardi, oriundo de Oncativo, provincia de Córdoba, es un bailarín a quien observarlo danzar produce verdadero placer (acá un poco de su arte: interpretando Seguí en acción, de Carina Bustamante). Llegó a Buenos Aires junto al grupo Manifiesto, que dirige, para presentar una intervención urbana desde la danza, Lucas, en espacios no escénicos, como la vereda del Centro Cultural y su sala de exposiciones.
Por su parte, Paula Manaker, experimentada bailarina rosarina, una de las fundadoras de Cobai, Coreógrafos, Bailarines, Investigadores del movimiento Independientes, presentó, dentro de la programación del ciclo, su segunda obra importante, ¡Oh! Imperfecta (siete piezas breves), con la que volverá en octubre para cumplir una temporada en el Centro de la Cooperación.
-Santiago: sos un asiduo participante de festivales...
-Sí. Apoyo todas estas iniciativas de visibilidad de la danza. Bailaba en una obra de Walter Cammertoni cuando organizó el primer Pulso Urbano. Entonces quise hacer algo con todos los bailarines de la tecnicatura de danza (Tecnicatura Superior en Métodos Dancísticos en Ciudad de las Artes, dependiente del Gobierno de la Provincia) y armé una intervención en la Plaza España, que es una rotonda. Usaba los 30 segundos de duración de los semáforos para hacer unas coreografías súper cronometradas. También hicimos un dúo, con Gabriela Etchegoin, en el que improvisábamos. Fue muy exitoso. Con el cambio de dirección del Festival, hemos tenido algunos problemas. Una pena. Yo ofrecí Lucas, para realizarla un tiempo antes de la inauguración del Festival, de modo que la gente se fuera haciendo a la idea de ver este lenguaje de la danza en la ciudad..., pero hubo algunos malos tratos. Esperemos que estas cosas vayan cambiando. El problema es que es muy frecuente en el medio artístico no saber sobre producción y gestión.
-¿Y vos cómo lo aprendiste?
-Si uno quiere vivir de esto, tiene que tener claro en qué medio se mueve, ser consciente de que uno tiene un producto y de que puede haber quién lo quiera comprar. Yo entiendo por vivir de la danza tener una compañía y bailar, y no dar clase a lo loco y hacer una obrita de vez en cuando para sacarse las ganas. Hay ejemplos, productos muy buenos que han sido comerciales, como lo de Cristina Gómez Comini y su compañía Danza Viva. Son estrategias. Hay que saber posicionar lo que uno tiene para ofrecer. Eso no es prostituirse.
-¿No te da miedo que el mercado te tiña de sus mañas?
-No. Yo tengo claro lo que quiero hacer. Provengo de la danza folklórica argentina y latinoamericana (empecé a bailar danza contemporánea en 2008), y cuando bailo una chacarera la gente se vuelve loca y yo me vuelvo loco. Es una retroalimentación. Eso es, no se..., placer. Me cansa salir triste cuando voy a ver danza contemporánea. Como plantea José Ortega y Gasset, “a mayor evolución intelectual, mayor retroceso sentimental”. Nos estamos olvidando de que el arte es cultura, y cultura significa lo que sale del corazón. Por eso Lucas es una crítica, es todo lo que yo no quiero hacer, como por ejemplo justificar intelectualmente la danza. Pero a la vez, es muy fresca, con muchos unísonos que no son “mecanicidades”, sino la elección de bailar todos juntos. Yo pienso que no es que la gente no entienda nada cuando va a ver danza, sino que la gente no siente nada. Y cuando sentimos nos olvidamos de entender, no nos importa más.
-¿Por qué te metiste a bailar contemporáneo, entonces?
-Venía de la estructura de la danza folklórica y el contemporáneo me alucinaba por su libertad, me daba la posibilidad de romper con todo. Para mí era como un juego, como volver a ser chico. Me pasó con el dúo Pasos Perdidos que la gente reticente hacia la danza contemporánea salía boquiabierta, no sabía qué le había pasado. Era una obra en la que habíamos encontrado el equilibrio. Eso fue apenas empecé, en 2008. Yo quiero hacer obras que sean como una matrix. Quiero demostrar que aunque no soy un tonto, que leo y me informo, puedo también hacer algo popular desde la danza. Mi proyecto con la compañía es hacer una versión de Consagración de la Primavera, pero en folklore latinoamericano.
Desde Rosario, Paula Manaker reflexiona a partir de lo que escucha de la boca de Santiago:
-No sé si podría hacer otra cosa. A veces me gustaría, pero no podría. Soy de las que dan clases para vivir, pero soy de las que generan pensamiento en las clases. Trabajo mucho con la idea de la creación. No me parece que el bailarín tenga que entrenar su cuerpo únicamente. Las preguntas que se hace cualquier artista, sin importar el lenguaje que utilice, tienen que ver con el mundo. El cuerpo es una manera de existir, un medio. Pero las preguntas son las que organizan lo que va a continuar...
- Ahora estás iniciando tu carrera como directora.
-Sí, soy nuevita en esto. La obra que traje al Festival es la segunda, aunque ya estrené la tercera (la última obra que hice se llama Un dios que se va, y está inspirada en textos de Rafael Barrett). La primera fue Cuco, en la que también bailaba. Nació un tiempo después de que el colectivo de trabajo en el que participé durante muchos años, La Troup, se disolviera. Me sentí un poco sola... y comencé a pensar en ideas para poner en escena. Tampoco podría bailar cualquier cosa en cualquier compañía.
-En Rosario hay una tradición importante de danza contemporánea. Desde hace varios años compite en actividades con el medio de Buenos Aires.
-Sí. La Troupe, junto a Seisenpunto, que dirige Cristina Prates, fueron los grupos históricos que movilizaron la danza en los ’80. Marcaron para siempre la tradición de la danza rosarina. Y fue muy importante la creación de Cobai en 1998, pero eso no significó más que un emergente de la ferviente actividad de la danza en Rosario. En esa época podíamos hacer una gestión muy trascendente porque hasta se podían traer grandes maestros extranjeros. La comunidad de danza rosarina es aún sumamente activa... Vos lo pudiste ver, ¿no?, en El Cruce...
-¿Y cómo difundís allá tus obras?
-En Rosario funciona, un poco, esto de estar esperando los estrenos de los colegas. Es como un reconocimiento. Pero además a mí me gusta trabajar con el contenido, me gusta que la obra sea la que convoque. Entonces me muevo con un blog y un trailer que va circulando, que hace alguien que está desde el comienzo registrando Es un registro gráfico de la obra. De esta manera, la gente viene sabiendo lo que va a ver. Me pasó que cada obra ha tenido un público diferente. Y eso me interesa porque no viene sólo convocado por mi nombre. Igual, no estoy muy preocupada por los espectadores, porque pienso que me voy a ir encontrando con ellos en función de lo que produzco. Me ocupo de esto y no me interesa un espectáculo que vaya a entretener. Mi práctica es una visión del mundo, es una manera de hablar de esa visión. Los espectadores los pienso como compañeros y no quiero dejarlos afuera, es como una conversación.
Santiago volvió a Córdoba con la idea de regresar a Buenos Aires a probar suerte, Paula se fue a Berlín por un proyecto conjunto con artistas alemanes, pero con fecha de reestreno de ¡Oh! Imperfecta en octubre en el CCC, y nosotros seguimos curioseando en las historias de creadores argentinos.