Acaso el 2007 haya traído el deseo de experimentar el dulce sabor de las tablas, por lo que le presentamos esta breve reseña de reductos que contribuirán al disciplinamiento, ¡perdón!, a la educación del actor en ciernes.
La denominación “escuela de teatro” suele utilizarse para hablar de las instituciones que enseñan actuación, acaso como un guiño terminológico que posiciona al actor como el basamento del hecho escénico. Buenos Aires es la panacea para el estudiante de teatro. Hay de todo y para todo los gustos. A tal punto es así, que los alumnos provienen de varios lugares del país y, cada vez más, del extranjero. Pero, como la maravillosa oferta puede resultar abrumadora, volcamos aquí algunos apuntes incompletos, que pretenden ordenar la información en grandes grupos, un pequeño listado construido a través de años de investigación, experimentación, sudor y lágrimas. De más está decir que todo está para ser rebatido por la propia experiencia. O sea: no se lo crea. Pruebe.
Antes que nada, una advertencia: las escuelas de teatro no son un lugar para conseguir trabajo.
Otra: en las escuelas de teatro se aprende a actuar en teatro. Quien quiera actuar en cine y televisión obtendrá en ellas rudimentos de actuación que luego deberán ser ajustados a los medios respectivos. Hay cursos de actuación especializada para cada uno de ellos, pero no nos ocuparemos de eso en esta nota. De todos modos, empiece por el teatro.
Ahora sí. Usted desea estudiar actuación y empieza a averiguar qué hay y quiénes enseñan y dónde. La oferta es increíble. La información circula e incluso puede consultarse en esta misma página. Pero, ¿cómo leerla? Ordenémonos.
En primer lugar, tengamos presente que el Estado creó, hace varias décadas, sendos ámbitos de formación actoral, antes conocidos como “conservatorios”, hoy por sus siglas IUNA y EAD, las dos escuelas públicas. Esto significa que los títulos que allí se otorgan son oficiales y que en la grilla de profesores hay exponentes de diversas técnicas y estéticas, lo cual puede resultar una mezcla interesante. Hay en este sitio una magnífica y reciente nota al respecto, IUNA y EAD. Dos instituciones públicas y gratuitas, por lo que no abundaremos en detalles. Pero recuerde que estas escuelas tienen una estructura institucional muy fuerte. Estamos hablando de carreras, con varias materias teóricas y prácticas y muchos años de duración.
A lo mejor no es eso lo que está buscando. Usted quiere ir dos horas, una o dos veces por semana y entrenarse, aprender los rudimentos de la actuación o especializarse en alguna estética o disciplina particulares. Entonces debemos volcarnos al prolífico ámbito de la enseñanza privada, constituido por una colección exuberante de nombres, espacios, grupos, árboles genealógicos y prosapias sorprendentes.
Los de mayor antigüedad y que gozan desde hace más tiempo de la miel del prestigio son los stanislavskianos. Están los exponentes de la primera generación (Raúl Serrano, Augusto Fernándes, Agustín Alezzo) y sus discípulos, que a esta altura también son docentes. Hay quienes prefieren empezar por ahí, porque quizás el realismo aporte elementos básicos para la tarea actoral (concentración en el escenario, relajación, análisis de textos dramáticos, acercamiento de tipo mimético a la noción de personaje, etc.). Hay otros que le dirán que huya despavorido, que no es así para nada y que esos elementos pueden obtenerse por otros medios o, incluso, que no son necesarios. Pero tenga presente que el sistema Stanislavski, por ser justamente un sistema, puede resultar atractivo para el alumno primerizo, porque le brinda un marco contenedor.
Algunos de los ámbitos privados están estructurados como escuelas integrales, con estructura de carrera, similar a la de las escuelas oficiales, como es el caso de Andamio 90, creado por otra pedagoga prestigiosa de larga data: Alejandra Boero.
Por supuesto que ha habido segundas y terceras generaciones de pedagogos teatrales que han pasado por Stanislavski y se han ido, o que no han pasado, o que han recibido otras influencias y las han mezclado, o bien han generado sus propias metodologías. Por ejemplo, grandes maestros que suelen ser directores. El caso paradigmático es el de Ricardo Bartis, que también tiene discípulos que dan clases. Del mismo modo se animan a la enseñanza los directores más jóvenes, por lo que un acercamiento a sus obras es una buena manera de averiguar qué hacen. O al revés: si ve una obra que le gusta, averigüe si el director enseña.
Los actores que dan clases son un clásico. Se podría nombrar a casi todos, por lo que sería imposible hacerlo. Las mismas recomendaciones que en el caso de los directores son válidas aquí, aunque quizás debamos aclarar que el trabajo de dirección implica, desde el vamos, una necesidad de comunicación o transmisión con los actores, que lo acerca más a la didáctica que el trabajo del actor, por lo que, en este caso, además de verlo actuar, sería bueno conocer sus aptitudes para la pedagogía.
Las escuelas privadas poseen una importancia de larga data en la formación de actores argentinos. Sin duda, han contribuido en igual o quizás mayor medida que las escuelas oficiales a promover los excelentes y versátiles actores que tenemos, dado que muchas veces han introducido novedades técnicas provenientes del extranjero, aportando así una gran diversidad. Empero, muchas de ellas tienen un nivel de exigencia mayor y sus aranceles, que nunca son exorbitantes, requieren sí de una pequeña inversión.
Si usted desea algo más sencillo, puede recurrir a la vastísima oferta de cursos y talleres de dos grandes centros culturales porteños: el Centro Cultural General San Martín y el Centro Cultural Ricardo Rojas, que depende de la Universidad de Buenos Aires. Se reúnen allí numerosos profesores reconocidos en cada disciplina artística, con un sistema de frecuencia semanal y módicas tarifas. Es condición fundamental estar decidido y atento a las fechas de inscripción, porque las vacantes se cubren con mucha rapidez, salvedad válida también para todos los ámbitos arriba mencionados, como sucede con toda oferta cultural en nuestra ciudad.
También hay cursos de actuación en otros centros culturales, instituciones barriales o estudios particulares de profesores menos conocidos por su actividad teatral. Puede ser que usted no quiera hacer teatro para convertirse en actor, sino para ampliar su capacidad expresiva, para probar o para ser más feliz, lo cual es maravilloso. Si ése es el caso, muchas veces las escuelas más famosas pueden tornarse muy áridas. Existe una amplia gama de cursos y talleres a la vuelta de cada esquina. Tenga presente que el hecho de que su intención no sea convertirse en un profesional, no implica que el curso que tome no deba ser de excelente calidad y seriedad, por lo que las advertencias iniciales corren con la misma rigurosidad. Si una vez en marcha descubre que quiere dedicarse de lleno a las tablas, puede saltar a otra escuela sin mayores problemas.
También hay grupos de teatro de estilo comunitario, teatro laboratorio o teatro experimental, con influencia antropológica y una concepción más fuerte de colectivo de trabajo. Algunos están radicados en distintas ciudades de las provincias argentinas y realizan con periodicidad visitas a la Ciudad de Buenos Aires u organizan seminarios intensivos, como es el caso de los que el grupo El Séptimo celebra anualmente en Humahuaca, los cuales pueden servir para tomar contacto con esta metodología de trabajo.
Existe además una pléyade de disciplinas autónomas, pero que el teatro utiliza de un tiempo a esta parte como auxiliares para el entrenamiento o la creación del actor. Algunas han adquirido gran difusión y notoriedad en los últimos años: clown, bufón, máscara neutra, todas las danzas, contact improvisation, canto, técnica vocal, acrobacia, circo, tai chi, improvisación, expresión corporal, mimo y hasta esgrima. Este terreno es inabarcable en una nota. Como su conveniencia o no para la actividad teatral es una polémica ni siquiera iniciada y el saber no ocupa lugar, cada uno irá armando su propio combo, con el fin de arribar a una síntesis personal.
Por último, algunos géneros teatrales requieren una preparación especial. Tal es el caso de la comedia musical, cuyo actor necesita prepararse rigurosamente en varios saberes, por lo que hay escuelas que se dedican por entero a la formación para este género cada vez más transitado.
Una vez que leyó todo y creyó encontrar un candidato a profesor suyo, primero y principal, anotíciese de qué técnica utiliza, de cuál es la metodología que emplea y la estética que promueve o a la que pretende arribar. Si puede, solicite presenciar una clase. Una vez que asista como alumno, si no le gusta o no se siente cómodo, váyase, porque “alumno que huye, sirve para otra escuela”. Tenga siempre presente que la escuela debe ser un ámbito que fomente y predisponga para la creación y no un espacio para la tortura, ni física ni psíquica. Anótese o tatúese en un lugar visible que ni el más pintado profesor tiene derecho a eso.
En definitiva, todos los recorridos son personales. Lo importante es arrancar. Una vez en carrera, la palabra de los maestros, los comentarios de los compañeros, la propia experiencia, la asistencia asidua al teatro (condición o-bli-ga-to-ria para ser actor) y la lectura de críticas, va construyendo un andamiaje que sostiene el propio camino.
Elija lo que elija, acérquese a los libros, que ya hemos escuchado hasta el hartazgo que no muerden, pero quizás no tanto que ayudan muchísimo, siempre y cuando no amordacen la creatividad, ni esclerosen el cuerpo, impidiéndole accionar. Todos los de los pedagogos arriba mencionados y todos los que reflejen las teorías que sustentan sus metodologías, correspondan a autores nacionales o extranjeros, son útiles (Constantin Stanislavski, Vsevolod Meyerhold, Bertolt Brecht, Antonin Artaud, Jerzy Grotowski, Peter Brook, Eugenio Barba, Tadeusz Kantor, Lee Strasberg, y compañía).
No se olvide de la historia del teatro, principalmente el argentino, porque ha tenido muchos y muy buenos actores de los cuales aprender.
Y, fundamentalmente, péguese una vuelta por el excelente Sacate la careta de Alberto Ure. Es un libraco, pero vale su peso en oro.
Nota: Alternativa Teatral agradece al Taller de entrenamiento de Maricel Alvarez y a su asistente Pedro Antony por haber abierto sus puertas gentilmente para realizar las fotografías que ilustran esta nota.